lunes, 9 de octubre de 2017

Proceso de traducción de "Canción dulce" de Leila Slimani

Olga Cuadrado, Leila Slimani y Malika ämbaren. Embajada de Francia en Madrid.
¿Cómo fue el proceso de traducción de Chanson douce?

Ante todo, debo decir que fue la primera vez en mi larga trayectoria como traductora (desde los años ochenta) que decidí no leer previamente el original e ir descubriendo/traduciendo el primer borrador a la vez que iba leyendo.

Lo verdaderamente interesante de esta novela es la complicidad que se establece con el lector, que desde las primeras páginas ya sabe lo que va a ocurrir; y, pese a todo, la autora ha sabido mantener la tensión de principio a fin.

Contar es encantar”, decía Gabriela Mistral. Y eso es lo que hace Leila Slimani, con enorme talento.

Se sabe que en toda traducción hay pérdidas.

En este texto, concretamente, al pasar al castellano, se pierden fundamentalmente los sonidos. Si nos fijamos en la banda sonora que Olga Cuadrado ha elaborado para el Club de Lectura, hay varias canciones infantiles, sugeridas en el texto, empezando por el propio título, que, traducidas, no dicen nada al lector en español.

En la presentación del libro en Madrid, alguien me comentó que por qué no había traducido la mención a la canción “Une souris verte” (una ratita verde) por “Susanita tiene un ratón…” Me quede callada, pues no tenía mucho tiempo para aclararle que esa opción de familiarizar era totalmente inadecuada, pero pensé para mis adentros (quizá se me notó la sonrisita irónica) : “Pues vaya ganga habría sido la de la niñera Louise: no solo sabe cocinar, cuidar a los niños, arreglar la casa, hacer horas extra sin cobrarlas, sino que también sabe español… y enseña a Mila y a Adam canciones españolas… mientras los baña… estos niños parisinos hasta conocen a Gabi, Fofó y Miliki…

Los traductores somos conscientes de que hay que tener mucho cuidado entre las dos estrategias de traducción: extranjerización y familiarización; y dosificarlas.

El traductor asume, pues, que habrá pérdidas… pero también ganancias.

En esta traducción, la principal ganancia proviene del genio de la propia lengua española: los diminutivos. Un texto con unos niños, una niñera, con el parquecito infantil como escenario recurrente, con los sentimientos de esas mujeres emigradas lejos de su familias, con esa personalidad de Louise que a veces inspira compasión pese al asesinato que ha cometido, con el dolor/angustia de los padres…. Todos esos sentimientos se transmiten mejor con ayuda del diminutivo español, que en francés necesita un apoyo (se debe añadir “petit”, pequeño). En español, los sufijos del diminutivo introducen enseguida la ternura, la pequeñez: lagrimitas, amiguitos, abriguito, montoncitos de espuma, peinaditos, etc. Y, a su vez, los diminutivos me permitieron introducir el tono coloquial que por momentos tiene la voz narradora. Son diminutivos que, a veces, no están en el original, pero compensan las pérdidas que ha habido en otro lado. Sin olvidar, también, que hay que dosificarlos.
Traducir es una experiencia muy enriquecedora, te pone a prueba constantemente, te pone a ti mismo ante el espejo: lo que está diciendo el autor lo estoy escribiendo yo, con mi voz. Se confía en mí, para que sea fiel a sus palabras.
Disfruto mucho con la traducción porque amo la literatura.
Y con Canción dulce, pese a la dureza del argumento, me lo pasé muy bien: por la genialidad del estilo de Leila Slimani, por su sensibilidad, por la hondura psicológica de los personajes; y me imagino que vosotros, los lectores de este Club de Lectura, descubriréis, juntos, muchos más motivos.
Espero que hayáis disfrutado, como yo, de la lectura de Canción dulce.

Malika Embarek López


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